
Por Roberto Paz
Ya la quería sin conocerla. Se me fue metiendo en el alma desde mi más tierna infancia. Estaba en mi pensamiento, la admiraba a la distancia, inocente y candoroso.
Siempre que podía miraba su figura, su silueta, su contorno me fascinaba. Sólo después de muchos años y en mi adultez tuve la oportunidad de acercarme a ella; de conocerla profunda e íntimamente, de acariciar su geografía tantas veces soñada.
Yo, grande y conciente; ella, hermosa, digna, madura y cálida. El mar caribe jugaba a sus plantas y se me presentaba con su calidez y humedad, altiva y espléndida, dulce y ardiente.
Era mucho más de lo que la había imaginado, lentamente me envolvió y me acogió en sus brazos, solidarios y amables, nos confundimos entre ron y tabaco, vivaz, amena, suave y exuberante. Fuerte, tremendamente fuerte.
Duró poco esta cercanía física, hoy sólo tengo recuerdos, y eternamente está en mi corazón y mi pensamiento, como una novia que deja con el tiempo clavado su aroma, su visión y sus misterios.
Por que como dijo Neruda, es tan corto el amor y tan largo el olvido, por eso y por tantas otras cosas más; nunca te olvidaré, siempre estarás conmigo, mi amada Cuba.
Roberto Paz.
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