Por: Dra. C. Beatriz Torres Rodríguez*
Entre las problemáticas que provocan con más frecuencia el distanciamiento de las parejas, y en ocasiones hasta la separación, figuran los malos hábitos en la comunicación.
Entender y aprender cómo comunicarnos de manera efectiva, es esencial en el desarrollo de relaciones interpersonales y sexuales satisfactorias pero, cómo lo aprendemos, está entre las necesidades a enfrentar.
Muchas veces somos capaces de identificar que tenemos problemas para comunicarnos, pero cómo solucionarlos; en ocasiones depende de la ayuda especializada.
Ni la familia ni la escuela enseñan a vivir en pareja ni a comunicarnos de manera efectiva, como tampoco a lograr la sexualidad placentera; aprendemos de lo que oímos, vivimos en nuestras relaciones familiares y en el círculo de personas que conocemos; estas constituyen nuestras primeras fuentes de información.
Además, incorporamos todo lo interpretado de los libros y filmes, y en el caso especial de los adolescentes y jóvenes, de lo comentado y muchas veces fantaseado por sus amigos acerca de lo que ellos quisieran o creen deben ser las relaciones de éxito.
En ocasiones las dificultades se centran no solo en lo que decimos verbalmente sino además en el mensaje ofrecido de manera gestual, o en posturas asumidas, lo cual provoca que no resulte claro y se convierta en información contradictoria.
Por ejemplo: Estamos molestos porque nuestra pareja llegó tarde, y en vez de decirlo de manera clara, nos expresamos de forma irritable, irónica y esto puede dar lugar a varias lecturas.
En sentido general, muchas veces en las parejas prevalecen estilos negativos como: culpar al otro, sentirse victima de las situaciones sin asumir la responsabilidad, recrear los análisis en las experiencias negativas vividas, no analizar de manera rápida y directa lo que nos preocupa y molesta, desconfianza hacia el otro, lo cual muchas veces se basa en inseguridad en nosotros o en baja autoestima.
Todos estos estilos negativos repercuten en la estabilidad, vulneran la confianza y afectan la dinámica general de las relaciones amorosas y, por supuesto, de la propia sexualidad.
Por tanto es necesario crear espacios y desarrollar habilidades para la comunicación, entre las cuales destacan la empatía, entendida como comprender y ponerse en el lugar del otro; la asertividad, capacidad de expresar de manera clara y directa lo que nos preocupa, preferimos, nos molesta; y por último la negociación, la cual se centra en aprender a ceder o exigir, según lo amerite la situación.
Ahora, estos espacios no deben ser solo para parejas que presenten conflictos y asistan a consultas de orientación y terapia sexual, sino también para todas en general, desarrollando estrategias comunicativas saludables.
Esto se puede lograr con la educación adecuada en la familia, la escuela y dándole la importancia que tienen los medios de comunicación, donde no solo presentemos parejas disfuncionales en nuestros productos televisivos y filmes sino además alternativas saludables sobre cómo desarrollar este vínculo.
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