La habanera villa de Guanabacoa, territorio reconocido desde la época colonial por su tierra fértil y aguas medicinales, se destaca en la órbita cultural cubana por ser la cuna de importantes músicos, poetas, pintores y también de patriotas e intelectuales de gran valía.
La familia Lecuona fue una de las más importantes asentadas en el lugar, a la que pertenecieron Ernesto, Ernestina y Margarita, tres hermanos muy destacados como pianistas y compositores.
A cuatro décadas de la muerte de Ernesto Lecuona (Islas Canarias, 29 de noviembre de 1963), se le considera como un músico excepcional y el compositor cubano más difundido en el mundo, no sólo por la cantidad de obras preparadas, sino además por su calidad.
Su hermana Ernestina, que era varios años mayor que él, le proporcionó los primeros conocimientos del piano; luego continuó en el habanero conservatorio Peyrellade y recibió clases de los maestros Hubert de Blanck y Joaquín Nin, entre otros-
Con sólo cinco años ya ejecutaba piezas en el piano, y por esa época ofreció un concierto en el Círculo Hispano, en La Habana. A los once amenizaba las funciones de cine silente en el teatro Fedora y a las doce se registraron las primeras obras que hizo.
A los dieciocho años, cuando concluyó sus estudios en el Conservatorio Nacional, le fueron conferidos por unanimidad el primer premio y medalla de oro de su curso. Por eso es de extrañar que, posteriormente, se le considerara como un pianista excelente, dotado de condiciones especiales, que hizo además grandes aportes que hizo a la pianística cubana.
En su repertorio creador sobresalen setenta danzas para piano, entre ellas las tituladas “La comparsa” y “La malagueña”; también las zarzuelas “Lola Cruz”, “Rosa la China” y “María La O”, y canciones como “Siboney” y “Damisela encantadora”.
En sus giras por diversos países de América y Europa, grabó numerosos discos de larga duración, siempre interpretando su música, caracterizada por ritmos nacidos junto al mar Caribe.